(Por Analía Cuccia Baidal)
Fue el último sábado de febrero de 2020. Antes de la pandemia por coronavirus que hizo parar a todo el fútbol en la Argentina, a toda actividad deportiva en el país. Hacían 26° esa tarde noche, cuando un grupo de mujeres y hombres periodistas deportivos se convocaron para hacer algo que antes no se había realizado en la provincia. Un desafío experimental, sobre todo para ellas que, en su mayoría, no habían tocado un balón en años.
Un picadito de amigos al que las chicas fueron incluidas con el lema Sin Género, porque justamente la idea era promocionar la inclusión en este deporte que a todos nos unía con pasión. Un proyecto que tiempo después, sin saberlo, se comenzaría a promocionar, de manera similar y profesional, en países de Europa.
La cita fue en las canchas auxiliares lindantes al Gambarte, ese estadio cuyo equipo enorgullece a mendocinos por su presencia en el fútbol profesional de la AFA, y cuyo emblema es su mítico tanque, el cual se veía a lo lejos desde el lugar del encuentro. ¡Cómo no motivarse!
Cada jugador llegó con sus zapatillas, botines y ropa deportiva para comenzar a jugar. Pero como el grupo de colegas era reducido, previamente se decidió sumar a jugadoras de la Liga Mendocina y a otras figuras del medio local.
Las futbolistas se diferenciaban claramente del resto, de aquellos que pasan horas viéndolas desplegar sus habilidades en el campo de juego durante los fines de semana y otras tantas jornadas sentados delante de una computadora para poder escribir de ellas y sus hazañas.
Entre los periodistas, había comentaristas, relatores, redactores y cronistas, de distintas edades. Al igual que las jugadoras, entrenadoras y dirigentas. Incluso, hasta la legendaria Maradona Rubia estuvo allí.
El juego comenzó. Pasajes y anécdotas diversas se vieron en el distendido partido.
Entre los hombres sorprendió la presencia de uno en especial. Nadie pudo creer que se había "prendido" Víctor Magnolia, uno de los relatores más reconocidos de Mendoza. Esa voz radial, sostenida y potente, con tonos altos y colores sonó dentro de la cancha, por lo que para muchas de las jugadoras fue una invitación a la audacia, al incentivo.
Era un relato en vivo, mientras que, a su vez, él era parte de este encuentro.
Las más jóvenes lo habían escuchado, pero jamás lo asociaron con su persona. Las mayores tampoco, pero sabían bien de quién se trataba.
Para los colegas también fue una sorpresa, porque antes nunca había participado de un partido informal de fútbol. Siempre se lo ubicó en el imaginario como el tipo serio de la cabina de transmisiones, siempre trajeado, con su camisa impecable, pantalón de vestir y relucientes zapatos. Un tipo con presencia de intocable.
Su figura fue fuente de inspiración para muchos de los presentes en esa cancha sintética y se pudo ver miradas de admiración en varios de esos rostros.
1-
La primera impresión
Víctor cayó al recinto con un bolsito negro deportivo. Verlo así, de short y zapatillas, fue como desarmar esa imagen del profesional perfecto, o mejor dicho, del ídolo que todos tenían en su mente. Pero allí estuvo y no faltó quién de los colegas, lookeados ya con su camiseta rosada del elenco rival, lo recibiera con gran exclamación:
—¡Eh! Víctor, qué bueno que viniste. ¿Vas a jugar?
—Sí puedo, sí. Hasta que me dé el cuerpo, porque hace décadas que no corro ni la cortina del baño (bromeó).
Mientras recibía su casaca, la "10", comenzó a seguir a sus compañeros de equipo y rivales. Observador y dubitativo.
—¿Víctor, de qué jugás?
—Me quedo acá, dejame de 4, cerca del banco y del agua.
De algún modo, su rostro no mostró mucho entusiasmo. Sus expectativas por el juego comenzaron a caer. Desconocía a gran parte de los presentes. Con ninguno había compartido estudio de televisión ni de radio, y mucho menos de prensa escrita. Aunque tiempo después, lo nombrarían editor de uno de los grandes medios gráficos para ser jefe de varios de ellos.
"Pero ustedes son jugadoras o modelos", lanzó a modo de piropo pocos segundos antes de iniciar el juego. Y ninguna respuesta recibió, ya que la pelota comenzó a rodar. Desde ese momento, nadie se diferenció del otro u otra. Fueron futbolistas que jugaban con esmero y entusiasmo; y, desde el minuto uno, cautivando al reconocido relator.
2
El partido que hizo olvidar quién era quién
Fueron dos intervalos de 40 minutos, pero todavía no se cumplían los 15 cuando se perdió la noción del tiempo. Parecía ya haberse jugado una eternidad. Víctor estaba allí, donde dijo, parado de marcador de punta por la derecha, atento a su función, pero clavado como un poste de luz. Atinaba a dar el trote, como para entrar en calor y evitar una posible lesión que lo dejara fuera a él a los pocos minutos y con un jugador menos a su equipo.
Cuando le tocó marcar, picó a la par de una de las delanteras del elenco femenino tombino y no la pudo alcanzar. Ni tomarla de la camiseta pudo siquiera. Y así llegó el primer gol del encuentro.
Estaba colorado; y después de ese instante de velocidad, inhaló y exhaló mientras se lamentaba por el desafortunado gol del rival que había nacido por su carril. Apoyado con sus manos sobre sus rodillas para intentar recuperarse, se propuso transformarse en un muro impenetrable.
Se incorporó, y pese a su promesa, sus movimientos continuaron siendo lentos. Él llegando en destiempo fue la imagen de un cuerpo en cámara lenta con cierta torpeza mientras la pelota seguía corriendo.
Hasta que un destello de habilidad lo invadió. Trabó ante un desborde de otra de las habilidosas, recuperó y allí mismo en su lugar, mandó el zapatazo preciso al centro del área. El hombre de un extremo a otro la había ubicado justo a los pies del 'largo' locutor de Radio Misterio, quien encaró para marcar la igualdad.
Con este pase se había redimido de sus defectos en la marcación. Y durante el breve festejo por el empate parcial, Víctor soltó: "Vuelan estas pibas", haciendo referencia a las cualidades de las futbolistas invitadas.
Después, mientras la pelota se movía en el área de enfrente, aprovechó unos minutos de descanso para hidratarse e hizo otra pregunta de observador: "Esas jugadoras no son tan jóvenes, me parece".
La alta rubia que jugaba de 5 y era dirigente de un club liguero, le contestó: "No, ambas son dos referentes históricas del fútbol femenino, la Colo y la Maradona Rubia".
-¡Ahh!, algo escuché de ellas. Pero no las conocía. ¿Y cuántos años tienen? No son tan jovencitas.
-Deben estar por los 50.
Sus ojos quedaron abiertos, pensando en que él tenía esa edad.
Al final, Víctor no tenía palabras para describir lo que había presenciado. Lo que había compartido, y con pocas palabras y poco aliento, estiró con algo de ayuda. Luego, tomó su bolsito, levantó la vista y se quedó unos segundos mirando al grupo, en silencio.
Después se despidió levantando la mano y agradeciendo por haberlo integrado: "Estos momentos son de aprendizaje. La experiencia fue maravillosa y me voy con otra cabeza", dijo.
Bajo el humo de los choripanes que aguardaban el tercer tiempo, y desde las mesas de las churrasqueras, ese colectivo de periodistas y jugadoras lo vio retirarse aún sorprendido por la grata sorpresa que Víctor le había dado con su presencia.
3-
Un bloque dedicado al fútbol femenino contado por Víctor
En su programa "La competencia a flor de piel", Víctor abrió con palabras reflexivas sobre lo vivido ese fin de semana, causando en la audiencia y en sus compañeros de radio, gran expectativa: "Después de haber visto tanto fútbol en mi vida, me animé a ser parte de una experiencia jamás vivida", sostuvo.
Todos le prestaron atención y contó sobre aquel partido Sin Género.
-Fui para saber por qué las mujeres quieren jugar al fútbol si es un deporte tradicionalmente de hombres. Y comprobé que no es cuestión de machos. El fútbol es para ellas también, y no saben cuánto nivel y calidad se puede ver en esas mujeres. Cómo juegan, cómo sienten cada momento y cómo lo disfrutan. Ahí también está el romance.
—¿Quiénes jugaron?, le preguntó uno de sus compañeros de mesa.
—Colegas de ambos sexos, jugadoras de la Liga Mendocina y dirigentas del fútbol local—contestó.
Y agregó: "Estuve a punto de arrepentirme, de dar la vuelta apenas vi el número de féminas. Eran la mayoría. Después pensé en quedarme y verlo desde afuera, plan que no pudo concretarse porque faltaba un jugador. La intriga me llevó a ponerme la camiseta. Qué mejor que descubrir desde adentro, involucrándome, me pregunté. Y le metí entusiasmo, en serio. Desde ese instante comencé a leer el juego con otra perspectiva. Hice el ridículo también pero no me importó. Aunque saqué a relucir algunas cositas que tenía guardadas de cuando era joven. Algunas me salieron y la verdad que me fui sintiéndome realmente bien".
Con micrófono abierto, comenzó a dar detalles de juego, como si se tratara de un análisis pos partido de campeonato y relató:
"A Dora le tocó jugar de 9. Como buena hincha de Boca, quiso emular a Martín Palermo, pero con la pólvora mojada. Le vino de un rebote, servidita a su pie. Sin marca, frente a frente al arquero y entrando al área en velocidad, la pellizcó pegándole al palo. Ese fallido tiro no fue su primera intervención. Pero nunca se vio tan cerca el gol como en esa situación.
Danisa, pequeña de estatura, pero de enorme corazón, la miraba desde el otro costado esperando el momento. Picante, audaz y peligrosa para el otro equipo, que creó mejores situaciones. Justamente en el elenco rosa, el Chuky y Lauti, fueron clave. La cara de la televisión hecho capitán fue veloz e insoportable a la hora de encarar el área. Lo sufrí en carne propia porque me tocó marcarlo, cuando cambió de frente. 'Estás tentando a una fractura expuesta', le dije cansado de que me superara. Y entre risas, lo dejé ir, antes de ser quien encarnara a Tevez (*)".
Tras la pausa de risas en el estudio, Víctor volvió la mirada hacia quienes lo acompañaban, y con firmeza destacó a las legendarias: "Las viejas que se veían de 20 mostraron oficio, visión y experiencia. No gastaron la gasolina en los primeros minutos y regularon. Terminaron fresquitas como lechugas mientras que yo, lo hice tremendamente exhausto".
Y siguió: "Y la Juli, la conocen de estar horas bajo el sol, lluvia y viento, a un costado de la cancha en cada fecha. Era de mi equipo. Se ubicó en mi línea, en la defensa con una visión clara del fondo y hasta se animó al arco al final del partido. Pero cómo hablaba. Me rompió la cabeza. Y parecía un auto parlante de esos que vende huevos y baterías en plena siesta".
—Bueno Víctor, pero queremos saber cómo jugaste vos.
—Mis 50 me pasaron factura, aún lo están haciendo dos días después del juego. Tuve un despeje de cabeza con el que me gané varios elogios. Pero ese sabor al éxito duró poco. Muy poco.
Después fue creciendo el trabajo en mi carril. Y ¡hay dios que lo tuve! No sólo me tocó marcar a Chuky. También lo hice con la goleadora del último torneo de la LMF, quien, en un momento dado, me hizo la calesita en una baldosa. Fui un colador, no agarré una. Ella se alternó con la profe. Otra. Me contaron que era arquera, pero en esta ocasión jugó como un enganche, sacando chapa de delantera como lo hacía en otras épocas. Fue bravísima. Picaba en velocidad, y frenaba de golpe con la intensión de eludir. Y el paquete (yo), pasaba de largo todas las veces. Cuando me tocó subir al ataque pensé que sería más sencillo. Delante, me topé con una joven de cara angelical. Al acercarme, una leona se transformó para imponer su menudo y fuerte cuerpo, anticipar y ganar la contienda. Pero por suerte conté con mi "5", la Redondo. Precisión, control y despliegue elegante en el medio campo. Micaela, la rubia, el eslabón, quien también debió cubrirme las espaldas cuantas veces pudo.
4
El último suspiro
"El desenlace de todo esto fue mi aprendizaje. Saber que el fútbol es un juego sin género, como el básquet, el vóley, el hockey, el rugby y tantos otros. Que se siente la pasión de la misma manera en hombres y en mujeres; y que la soberbia del macho puede ser lastimada con el encanto del fútbol desplegado por las chicas. Yo, cuando faltaban algunos minutos, di unos pocos piques más, pero las piernas no respondieron. Estuve años sin correr y este fue el saldo".
Y continuó: "Tenía dos piedras en el muslo y fue poco lo que me dejaron levantar el pie para dar el paso. De hecho, en uno de los avances del equipo rosa por el sector derecho, tuve que reaccionar y marcar. ¡Madre mía!, se me rompió una de las zapatillas y caí. Se separó la suela del resto quedando en el sintético como yo, que por varios segundos quedé tendido en el piso sin poderme levantar por el agotamiento. Si no morí en ese momento de un infarto, ya no lo haría mas, me dije. Como pude, me incorporé. Un zumbido en el oído me decía basta. Pero no había cambios. Un par de zambullidas más sirvió para hacer correr el tiempo y, como boleto usado, me tiré en cualquier parte", bromeó.
"Oxigené y seguí. Tomé valentía. Levanté la cabeza, y decidido a desplegar mi habilidad de carrilero con el último esfuerzo, alcé los brazos para pedirla. La pelota vino y cuando di la media vuelta para salir en velocidad, un calambre se adueñó de mi pierna. Un metro avancé. ¡Todo me dolía! La árbitra marcó el final. El equipo rosa nos goleó, no sé por cuánto. Pero para mí todo estaba dicho: como futbolista, soy un buen periodista".
Para Víctor fue evidente que hubo en él un cambio; un antes y un después tras aquel sábado por la noche. Porque en su conclusión, Víctor bajó la mirada, a lo Bielsa, y jugando con un gancho de papel, cerró: "Hubo abrazos, fotos y bromas. E incluso un tercer tiempo, al que no quise quedarme, pero quedó acordada una revancha. Me fui caminando a casa, un poco para distender los músculos y otro, para pensar. Y descubrí las respuestas que necesitaba, y más: las nuevas generaciones tienen lindas iniciativas para fomentar la igualdad. A veces, uno cree que por viejo y por contar con más experiencia, somos el ejemplo, tenemos la razón y los fundamentos de todo. Pero no, muchas veces los pibes y las pibas, nos enseñan porque comprenden diferente. Ellos entienden y naturalizan las nuevas verdades. Simplemente son el futuro que alientan a pensar en un fútbol más sano".
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