(Por Sabrina Marchese)
Siempre fue el primero en arribar al Patria Fútbol Club.
Al llegar a la puerta del vestuario, el General observó con detenimiento la lista en que figuraba la formación titular.
No hubo entrenamientos en la semana. Ni en el mes. Ni en el lustro. No había ninguna posición definida de antemano. Esa alineación era la mismísima sorpresa.
A la media hora la habitación ya estaba completa. Sentados todos, contemplándolo a José. Él, de pie, para una charla técnica histórica. No era la previa de esas tertulias en las que se nombraban temas al pasar, mazamorra de por medio. En esa oportunidad se debatía el destino de una nación, los albores de la gloria.
Con mirada de líder, voz de eternidad e indisimulada confianza, el General inició la arenga de la unidad.
“Al rival no lo conocemos, no podemos adivinar su juego. Lo que sí sabemos es que vendrán a atacarnos de todas las maneras posibles, por las bandas, por el interior, con gran volumen de elaboración, en todas las líneas. Vendrán por la palabra, las letras, la música, los derechos, el territorio, la educación, la ciencia... intentarán arrebatarnos nuestra identidad, hacernos arrodillar ante el yugo de su poderío ofensivo para despojarnos de nuestra soberanía. Pero la virtud está en nuestra propuesta y que ellos se adapten. ¿Qué más necesitamos que mirar nuestra bandera flamear y luchar por ella? Tenemos el don de la recuperación en toda la cancha, la indómita pasión de la entrega compartida. Somos razón y corazón. Mente y pulsión. Acordes de independencia que corren por nuestras venas. Arrojo al aprender.
Confiemos en que somos uno. Ni once ni cuarenta millones: uno. Que esta gesta, en este rectángulo de juego, sea por la libertad. Seamos libres y lo demás no importa nada”.
El eco de las palmas se replicó en una prédica visceral de los presentes, con lágrimas de una intensidad pocas veces experimentada.
Cuando el silencio volvió a apoderarse del vestuario, José comenzó a enumerar, uno por uno, a los integrantes de la nómina nacional, de ese equipo atemporal reunido sincrónicamente con un objetivo común.
1– Martín Miguel de Güemes
2– Cecilia Grierson
3– Adolfo Pérez Esquivel
4– Mariquita Sánchez de Thompson
6– Domingo Faustino Sarmiento
5– René Favaloro
8– Atahualpa Yupanqui
11– Mariano Moreno
7– Luis Alberto Spinetta
10– José de San Martín
9– Manuel Belgrano
Hubo un abrazo entre todos, fraterno y sentido; un abrazo que desde hacía más de cinco meses nadie se daba. Todos colgaron sus barbijos y se desinfectaron las manos.
Entonces, San Martín no dijo nada más. Tomó la cinta de capitán, se la colocó en el brazo izquierdo y comenzaron a caminar, en fila, hacia el potrero de la libertad.
Ilustración: Violeta Barandica
Me emociona la genialidad de ver la gesta libertadora de nuestro héroe máximo,con un estadio repleto de hinchas eufóricos y ansiosos de vencer al rival, hermoso