Ficción con un toque de realidad. Realidad con un toque de ficción
(Por Analía Doña Carvajal)
No trabajé esa tarde. Mi jefe, que me conocía desde gurrumina, sabía que yo no iba a estar en condiciones de hacerlo por más que me lo propusiese.
A las 15 empezaba el partido. Habíamos perdido 2 a 0 en Córdoba y necesitábamos ganar en casa al menos por ese resultado para estar hechos. Veníamos de capa caída. De los últimos 6 partidos no habíamos ganado ninguno y eso nos estaba condenando. Pero en el fondo sabíamos, o mejor dicho, creíamos, que a un grande estas cosas no le pasan y que, si la noche se ponía negra, el pito iba a hacer de las suyas. Sí, no me importaba quedarme aunque sea con trampa. En este caso, y solo en este caso, "el fin justificaba los medios", ¿no?
Nunca había estado tan histérica en mi vida. La profesión me había hecho olvidar que se podía amar así. Realmente había olvidado, hasta ese día, que 25 años de amor con locura no se borran en dos de "objetividad".
Y ahí estaba mi pasión reflotando. Mis nervios dominando mi cuerpo y la irracionalidad apoderándose de mis pensamientos.
No me acuerdo de mucho del partido en sí. Quizás como un acto de defensa. Recuerdo que hubo un penal errado. Que estaba sola y que de un momento a otro sufrí una parálisis. No sé cuánto tiempo pasó después de eso, pero lo inmediato que aparece en mi memoria tras una imagen de mí tirada en el suelo de casa, es un festejo celeste en el televisor de 32 pulgadas que había en la cocina.
Me levanté algo mareada y lo apagué.
Me tiré en la cama de soltera y me quedé dormida llorando. El día siguiente fue doloroso. Y el otro, y el otro.
La hincha que creía haber dejado atrás estaba más viva que nunca. Fue un año inolvidable. De esos que tenés que pasar para volver a las bases, para volver a sentir, para volver a ser.
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